Capítulo 9. La aceptación de la Expiación
VI. La aceptación de tu hermano.
El Espíritu Santo siempre está contigo y con todos, con las manos llenas para darte todo lo que es tuyo; tú no te das cuenta porque crees que necesitas evidencia para creer que realmente está pasando, sin embargo la duda que interpones es lo que te impide recibir y aceptar lo que ya es tuyo desde siempre, no importa si hay evidencia de ello o no, de hecho, tu incondicionalidad al respecto es la certeza de la que goza la mente sana.
Si pones condiciones: "ver para creer" para tu certeza, estás obstaculizando la luz que ya te abarca, te pertenece y eres. Tu bienestar, tu paz y tu alegría se comparten en automático, es el mejor regalo que puedes ofrecer porque eso es Dios y eso eres tú, Dios se dio por completo a Su Hijo, o sea a ti y tú no puedes darle menos.
Cuando juzgas algo, a ti, a tu hermano y a lo que te rodea, alejas de tu alcance la gloria de Dios que es tuya, o mejor dicho cierras los ojos ante ella, pero ella aún sigue ahí para ti para cuando los vulevas a abrir.
Cuando piensas, sientes y recuerdas a alguien con amor, es decir, sin miedo, fuerte, completo y santo lo ves despierto y tal como es, eso se siente tan bien que no recibirás menos de parte de nadie y tendrás evidencia de ello en la paz que sentirás.
En el tiempo, primero das y luego recibes, pero tu realidad no está en el tiempo, cuando amplías tu conciencia lo sabes y así lo vives y eso llena tu recuerdo de ti mismo y de Dios, eso basta para que estés en paz, pleno y abundante.
Tú no eres un creador solitario, co-creas con Dios y con los demás porque todos somos uno y el mismo, las creaciones no se pueden perder, tan sólo disponte a aceptarlo y ya no desearás más de este mundo te sentirás completo, libre y feliz.
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