Capítulo 15. El instante santo
III. La pequeñez en contraposición a la grandeza
La pequeñez es aceptar lo que te toca vivir creyendo que eso es todo lo que hay para ti, que eso te define y te da tu valía. La grandeza es saber que el mundo no te puede dar nada, pues es nada, por lo tanto no encontrarás nada valioso en él, y tú paz se basa en tu desapego de él y en que centres por completo te atención a hacia las expresiones amorosas que experimentes.
Sólo puedes elegir una o la otra y dirigirás todo tu esfuerzo y atención a una u otra pero nunca a ambas a la vez. El Espíritu Santo siempre mantendrá intacta tu grandeza, misma que verás expandida a tu alrededor pues es omniabarcante, basta con que te niegues a aceptar las miserias que te ofrece el mundo. Somos uno y el mismo y mientras a uno solo de nosotros concibas inmerso en esa miseria estarás aceptándola para ti también.
Así que recuerda para ti y para todos la grandeza de la que dispones ahora mismo y acepta que no tienes que esforzarte para alcanzarla, jamás intercambies la seguridad y confianza que te da Dios por la inestabilidad del ego, nada en el mundo puede brindarte lo que estás buscando, así que permanece en paz y con una fe inquebrantable en Dios y en todo lo que tú Eres, deja de sacrificarte y esforzarte en vano, de luchar por la aparente seguridad que el mundo te ofrece y que te estresa y preocupa, niégate a hacerlo, toma la decisión ahora y tu grandeza se expresará y será lo único que veas.
En resumen, vivir tu vida sin miedo es vivirla amorosamente, recuerda que el efecto depende de su causa, y tu causa siempre es la grandeza y el amor.
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