Más reflexión, menos castigo
Aquellas veces en las cuales tu hijo se rebela, te reta o simplemente te desobedece es muy tentador caer en reprimendas y determinaciones exageradas, mal pensadas y que siendo francos, con frecuencia, difícilmente vas a cumplir. También puedes caer en el otro extremo de quedarte callada por temor a provocarle dolor o porque no sabes qué decirle. Los niños no son tontos, son niños y se dan cuenta perfectamente de tus dudas y tus miedos o bien de que tus castigos son producto de impulsos que recaen en consignas poco realistas; no se diga de las mentiras o verdades ocultas o a medias lo cual provoca mucho enojo y frustración en cualquiera.
El evitar confrontarlo no le hace bien, pero tampoco el castigo le servirá de algo; está comprobado que el castigo lejos de ayudar fomenta la rabia, la frustración, además del resentimiento y la culpa, es decir, perjudica mucho más, pero por supuesto que no puedes quedarte con los brazos cruzados ante algo que no está bien.
En lugar del eso elije la reflexión. Los niños pueden ser muy inteligentes, sensibles y perceptivos pero no cuentan con toda la información para calcular los daños y prevenir desastres en sus relaciones sociales o en ellos mismos; sin embargo aprenderá de sus experiencias si tan sólo le formulas la pregunta que le ayude a extraer de sí mismo la respuesta y ponerla en práctica en un ambiente que estimule su iniciativa, la seguridad en sí mismo y la confianza para charlar sobre eso contigo como su mamá o papá.
Criar a un niño reflexivo es mucho más fácil de lo que parece porque ellos mismos aprenden a tomar decisiones conscientes, aceptan con mayor facilidad sus errores y están dispuestos a corregirlos. Un niño reflexivo va a buscar su independencia y va a intentar resolver por sí mismo sus problemas. La reflexión les fortalece y es la mejor manera de protegerlo porque no siempre contará contigo para ayudarle a resolver sus problemas además de que no es conveniente que seas tú quien lo haga, sino que aprenda a salir adelante por sí mismo.
Con las debidas reservas al respecto de cada situación, comportamiento, contexto y edad, generalmente un niño menor a 12 años aunque ya sabe lo que está bien y mal, sus prioridades son muy diferentes a las de los profesores y padres y con frecuencia tomará decisiones por impulso y supervivencia social, lo cual también aplica a los adolescentes y muchos adultos por supuesto; así que aprovecha esas situaciones para promover la reflexión y pueda tomar mejores o al menos diferentes decisiones con más conciencia cada vez.
Considera únicamente que el único que sabe por lo que está pasando es él, quien está en medio de todo y quien sabe lo que siente y las dificultades a las que se enfrenta, así que procura:
1. Escuchar primero, indaga primero lo más que puedas con una atención y escucha abiertas.
2. Formúlale preguntas que lo lleven a la reflexión tales como ¿Qué opinas de eso que te pasó? ¿Cómo imaginas que te sentirías si estuvieras en el lugar de la otra persona? ¿Qué otras opciones tienes? ¿Qué puedes mejorar para la próxima? ¿Cómo puedes lograr eso que imaginas?
3. Aprende a respetar sus decisiones y dale el espacio y el tiempo para probarse a sí mismo y darse cuenta de que puede resolver sus problemas y organizarse.
4. Háblale desde tu experiencia y déjale claro que si bien él puede encontrar nuevas y mejores maneras de hacer las cosas también puede tomar tu experiencia como referencia.
5. Dale confianza y ayúdalo a pensar para que encuentre alternativas, no se las des tú, puedes aprender mucho de su creatividad y perspectiva.
No escatimes esfuerzos ni auto reflexión en tu rol como padre o madre, siempre tienes la opción de aprender a ejercer una paternidad consciente. Como resultado tendrás constantes cuestionamientos sobre lo que vea en casa lo cual te brindará una retroalimentación de primera mano misma que puede ayudarte a mejorar , al mismo tiempo que podrá gestionar mejor sus emociones y fortalecer su confianza y autoestima
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