Capítulo 18. El final del sueño
VI. Más allá del cuerpo
Ya hemos hablado acerca de la culpabilidad que experimentas como resultado de creer que puedes estar y crear sin Dios, sin amor; en ese estado has caído en varios errores, uno de ellos es el pensarte separado de todo y todos y creer que hay algo fuera de ti; sin embargo, jamás ha ocurrido tal cosa más que en tus fantasías. Tu estado natural es de perfecta unicidad donde Dios nos comparte Su conocimiento y todo lo que es Él.
Esa culpa la proyectas en el cuerpo, no importa en cuál, si en el tuyo o en el de cualquiera de los que percibes fuera de ti, el resultado es el mismo, ataque que desemboca en dolor, sufrimiento y muerte inminente de él, todo este vaivén sólo te distrae de tu verdadera identidad, así es, estás distraído ante tanto que parece suceder fuera de ti, tantos cuerpos, tantas ocupaciones, tantos problemas, te mantienen distraído, pero todo ello es producto de la culpabilidad que proyectas en lo que parece ser un "fuera de ti"; esto es sólo un engaño en el que la mente cree estar, no puede atacar en realidad pero sí puede engañarse a sí misma.
En el cuerpo no encontrarás ningún tesoro pues no fue creado por el amor, sino por el miedo y eso es lo que alberga: miedo, odio, venganza y muerte por eso no puedes experimentar la unicidad a través de él, eso es imposible; pero sí puedes aprender a salirte de la prisión que representa tu cuerpo y en la cual tú te metiste sin darte cuenta que al hacerlo ibas a creer que ya no podrías salir, que estarías atrapado como si de una prisión se tratase.
Sin embargo, al ser todo una ilusión, te puedes salir de ahí cuando estés dispuesto a deshacer toda la culpabilidad que proyectaste en el cuerpo. De hecho, es cuando estás dispuesto a abandonar los límites que le has impuesto al amor que puedes salirte de la ilusión del cuerpo y experimentar la paz y expansión que sucede a partir de que se levantan las barreras del tiempo y del espacio y de súbito sientas en tu ser la paz y la alegría que siempre de hecho lo invaden pero que tú no percibes puesto que tienes toda tu atención puesta en el cuerpo y sus limitaciones.
Es una decisión y un deseo que te disponen a ser transportado fuera del sí mismo que crees que eres para unirte al ser que eres con Dios más allá del cuerpo.
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