Capítulo 13. El mundo inocente
XI. La paz del cielo
El cielo no es un lugar, sino un estado mental de perfecta plenitud, más allá de todo lo que has experimentado como "estar en el cielo". Es un estado que jamás te lo puede dar ni el olvido, ni el sueño, ni la muerte, puesto que esas son las alternativas del ego.
El cielo es tu estado natural, es la realidad que fue creada para ti. No es aburrido, ni monótono, ni idealista ni una fantasía, aunque desde tu perspectiva que es la realidad en la que estás inmerso así lo parezca y es muy comprensible que así lo creas porque cualquier idea que tengas de ese estado tratarás de imaginarla desde lo que conoces que es pleno para ti, pero no es un estado que puedas conocer a través de la imaginación sino de la experiencia, y ese tipo de experiencias son inefables y por lo tanto no existe descripción exacta que la defina, porque con los medios del cuerpo la paz es incognoscible pero como tú no eres un cuerpo, puedes tener experiencias divinas y con seguridad las has tenido, bien pues esas aún así, son mínimas en comparación a las que el Espíritu liberado tiene.
El Espíritu cuando se libera de la mente del ego de lo que se libera es del pensamiento de dualidad, de sus leyes y sus creencias y limitaciones que están basadas en el miedo y la culpabilidad; por eso es que es imposible experimentar paz pensando a través de la mente dual; por ahora tu estado mental es uno en donde el miedo y la culpabilidad te han robado tu paz.
Tu voluntad es la voluntad de Dios, son indivisas si aún no lo vives así, deséalo y permanece dispuesto a ver eso y nada más, ni culpa ni miedo ni duda o incertidumbre; y de un momento a otro, si te mantienes enfocado y decidido, verás manifestaciones del cielo en tu vida.
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