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Capítulo 15. El instante santo
X. La hora de renacer
La hora de renacer es justo en la que te entregas al instante santo, cuando te colocas en el tiempo demoras el encuentro contigo mismo y con Dios; el tiempo es una idea de culpabilidad del hijo de Dios que fue fabricada por el ego, no es real y ni afecta en absoluto nada de lo que eres.
Tu renacimiento es como el del Hijo de Dios en pleno conocimiento de su identidad, el instante santo te libera del tiempo y te restituye tu poder y tu paz, ese es el único regalo que le puedes hacer a Dios y a Su Hijo, pues en el instante santo ves a todos como parte de ti, sin mácula, sin deudas pendientes, sin limitaciones, ni ataduras, ves a todos y a ti tal como somos.
El amor no te pide sacrificios pues el sacrificio no es amor sino ataque; observa dentro de ti todo vestigio de ataque, miedo y culpa y entrégalo al Espíritu Santo para que te ayude a verlo como es, sin juicio alguno de tu parte y tan sólo se desvanecerá. Este ejercicio es indispensable que lo hagas hasta que te des cuenta que detrás de todo miedo, culpa y ataque hay una sola idea: "Lo que no es amor es siempre miedo y nada más que miedo", todo lo que te impide verte y ver a todos como los ve Dios y se basa en esa misma idea, mientras haces el ejercicio te darás cuenta de eso y de pronto todos se irán de una sola vez y podrás permanecer en el instante santo como si el tiempo se desvaneciera.
El único que pide sacrificios es el ego puesto que no tiene amor sino miedo, y lo ves reflejado en el mundo y en tus relaciones pero en realidad es sólo un proyección de lo que tú le exiges a lo que percibes como tu exterior, no te das cuenta que es sólo el sistema de pensamiento del ego y que utilizas para interpretar a todo incluyendo a Dios y por eso le adjudicas características del ego que te hacen temerlo y crees que le debes sacrificios en lugar de tan sólo ofrecerle lo único que en realidad tienes y eres que es amor.
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