Capítulo 18. El final del sueño
VIII. El pequeño jardín
El cuerpo es un límite que se le pone al amor, tú eres amor y eres ilimitado pero al creer que eres lo que percibes también crees que puedes contener al todo en algo tan pequeño como lo es el cuerpo. Tú no eres tu cuerpo y tu mente no radica en él tampoco, tú y tu mente son tan extensas, bastas e infinitas que no hay nada en el universo que se le pueda comparar.
Eres una idea que no puede ser contenida en un cuerpo ni tampoco puedes estar separada de su fuente, si así lo percibes es porque se trata tan sólo de una creencia que percibes dentro de un sueño en el que te sueñas pequeño, indefenso y temeroso cuando la realidad es que eres y estás unido al Todo, protegido de todo porque el Amor que eres no conoce una contraparte de la cual debas defenderte o atacar.
En el sueño del cuerpo estás como en un desierto con los ojos tapados por tormentas de arena que te impiden mantenerte en calma y ver con claridad; pero si tan sólo te permites reconocer al grandioso ser que eres y le das chance de salir y expresarse, ese desierto se llenará de flores y se convertirá en el bello jardín que es y al que podrás invitar a todo aquel que desees y cuando cualquiera entre a él podrá verse tal y como es y dejar todo más bello aún, es así como una relación especial se convierte en santa y juntos pueden conocer a Dios porque podrán conocerlo todo, pedirlo todo y tenerlo todo.
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