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Capítulo 13.  El mundo inocente.

III. El miedo a la redención

Aunque el tiempo no existe, pensemos en esta historia dentro de él:  Hubo alguna vez en la que no pedías nada pues sabías que lo eres y lo tienes todo, entre ello tu capacidad creadora, en esa libertad y en el gozo de la creación contínua quisiste averiguar lo que pasaría si creases sin amor,  Dios dio su respuesta en la misma imposibilidad de esta pero en el ejercicio de tu libre albedrío abriste una puerta a la separación y aunque resultaba aterradora creíste que ya no podrías remediarlo y experimentaste culpa y esa culpa no sólo ha creado todo tu dolor y sufrimiento sino también la experiencia del castigo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Esta dinámica la encontrarás en todos tus conflictos, de hecho la repites porque aún no lo has resuelto.  su resolución requiere los siguientes pasos:

1. Darte cuenta de tus conflictos, de los pensamientos que subyacen a la experiencia de tu condición actual.

2. Reconocer que no los deseas ni necesitas más porque sólo así podrás entregarlos.

3. Y en su lugar el Espíritu Santo (que es tu recuerdo de Dios, es tu espíritu en su estado original) te ayudará a recuperar tu memoria.

Hasta aquí todo va bien, el asunto es que esa culpa original generada por el miedo a la separación es tu "creación" (fabricación para ser exactos porque se trata de una condición que no puede ser real) la renuncia total a tu creación representa ese miedo aún más insoportable porque esconde la creencia de que si lo sueltas, te quedas solo y ni Dios podrá protegerte, ese es tu miedo a la redención, es soltar por completo lo que tu creaste y entregarte a Dios, el miedo lo fabricaste tú y creíste en él, el Amor es Dios y tú eres su expresión máxima.  De esto se trata la supuesta lucha entre el bien y el mal, y es supuesta porque "el mal" es una fantasía y el Amor representado por "el bien" no necesita protección ni defensa.

El ego te hace creer que hay una lucha que hay que llevar a cabo, tema que se ve representado en la literatura y en la vida misma; aunque él mismo sabe que su expresión tiene los días contados porque como cualquier historia de fantasía tiene su principio y fin, te tiene hipnotizado con sus tragicomedias de terror y a veces de dulzura, heroísmo y gloria.

Tú en cambio, no eres una historia, representaste un papel en ella nada más, pero tú eres la creación máxima de Dios, y aunque por el momento te pueda parecer extraño o ajeno, es lo único real de lo que hasta ahora crees conocer.

El problema es que te crees tus historias de terror pero ponlas en duda y aférrate a la fe de aquello que por ahora no puedes ver pero no por eso es menos real y de pronto verás la luz detrás de la oscuridad, el amor detrás del conflicto, eso es el milagro y tú eres un hacedor de milagros, ese es tu don, eso es lo que tú eres.

Por Caanly Hernández Galán

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