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Capítulo 4. Las ilusiones del ego.

Sección II. El ego y la falsa autonomía.

Nos hemos inventado un ego, una identidad con múltiples matices y sujeto a variaciones por causa de su misma naturaleza inestable, más ese ego es sólo una idea, no un hecho.  Ese ego junto con sus circunstancias forma parte de tu creación falsa, crees en lo que has creado y lo aprecias tanto que lo defiendes; así que sólo hasta que consideres que hay otra forma de percibir aquello que tanto aprecias entonces podrás estar dispuesto a aprender.  De hecho es la única cualidad del ego que es útil, debido a que su capacidad de aprender es la que te ayudará a percibir diferente; cuando dicho aprendizaje termine entonces podrás conocer a Dios.  Ten paciencia porque eso es seguro.

De hecho, la caridad proviene de la convicción de que eres un ser abundante por lo tanto no temes compartir, ni dar.  El ego, no tú, siente que sacrifica algo cuando da y por supuesto que se siente mejor cuando considera que obtendrá más de lo que dará porque eso alivia su sensación de carencia.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Los tan conocidos apetitos y necesidades del cuerpo, no son del cuerpo sino del ego; el ego vive insatisfecho y utiliza al cuerpo para aliviar su vacío, eso es lo que sientes cuando crees que tu cuerpo necesita algo.  Dentro de esta idea, el ego genera atributos que utiliza para validar su existencia e importancia, a esto se le llama magia y también se genera una historia con personajes duales dentro de una lucha entre el bien y el mal con el fin de justificarse y comprenderse, a esto se les llama mitos.  Es así como el ego y el alma pasan por procesos de aprendizaje y logros así como de castigos y premios.  Al espíritu no se le aplican dichos procesos pues no está en peligro de nada.

La mente por su parte, fluye sin esfuerzo por la dirección del sistema de pensamiento a la que está adherida, ya sea del ego o de Dios.  Recordemos que la mente es creadora y el cuerpo es el que percibe, el nulo valor de la percepción radica en su falta de utilidad porque no podemos obtener conocimiento alguno a través de ella; en cambio la percepción milagrosa, que es la que percibe la abundancia más allá de la evidencia física te sirve de trampolín para conocerte en tu estado divino.

¿Qué por qué estoy aquí? Es una pregunta válida, pero mejor pregúntate ¿Quién es el yo que vive aquí?

 

Por Caanly Hernández Galán

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