Carta a un Padre Desesperado
¿Qué hacer con un hijo Índigo?
Cuando leí por primera vez el concepto “Índigo”, fue en un momento en que buscaba respuestas que ni los maestros, ni los especialistas me podían dar. O más bien, las que ellos me daban a mí no me convencían. A mí me decían que mi hijo no ponía atención en la escuela, que estaba siempre en su mundo y respondía a los regaños de sus maestros desconectándose aun más.
Obviamente esas juntas eran con unos maestros furiosos y unos directores conciliadores que me ofrecían pedir ayuda externa y visitar a un neurólogo.Por otro lado yo sentía que mi hijo era diferente. Muy sensible. Sensible al dolor y al sufrimiento de los demás y un excelente psicólogo que detectaba cuando una persona estaba triste e incluso a veces me decía porqué, me preguntaba si había problemas en casa. Incluso mi esposo y yo fuimos a terapia de familia para que la escuela constatara que era una familia “funcional”.
Después de años de estudios y, a raíz de esto, haberme convertido en terapeuta, solo te puedo decir una cosa, si en cierto modo estás en el momento que te he descrito anteriormente, Bienvenido al momento de conciencia y el cambio y felicidades!!!, pues tu hijo te está dando la oportunidad de crecer, aprender y evolucionar de la mano de él.
La experiencia de tener un hijo de los Nuevos Tiempos o “Índigo” como se ha dado en llamarle (definitivamente es más bello llamarle Índigo que TDA, TDAH, o algún otro diagnóstico que indica que ser diferente es una enfermedad), puede ser la más hermosa y enriquecedora de tu vida o puede ser la pesadilla más grande. Esa es tu decisión.
Puedo escribir cuartillas enteras dando cifras de padres que han vivido esta experiencia y desenlaces bellísimos o muy tristes (los Índigo en su frustración por no lograr su misión tienden al auto sacrificio y pueden caer en adicciones autodestructivas). Pero lo más importante eres tú y tu hijo, con su problemática y su enorme oportunidad de romper viejos esquemas y paradigmas obsoletos de educación y crear el gran salto a los nuevos conceptos de formación de ser.¡Pero cómo voy a lograr esto si la única información que tengo es la forma en que me educaron mis padres!Es ahí donde está la gran encrucijada y el momento de decisión, si te quedas en este conocimiento o decides no confrontarte con tus sombras y retomar las explicaciones tradicionales. Puedes llevar a tu hijo al neurólogo y dar un medicamento que resuelva todos los problemas. Es como el momento de decisión en que se encuentra Neo en la película Matrix, decide que pastilla eliges la azul o la roja. Si decides la azul, continúa leyendo este texto.Efectivamente un Índigo es un ser que viene a proponer una nueva propuesta de existencia. Es un ser muy identificado con valores como la justicia y la honestidad. Y efectivamente viene a cambiar el mundo. Y su mundo comienza en la familia a la que decidió llegar. Viene específicamente a sanar a sus padres.
Espero que esto no te mueva demasiado, pero en la experiencia personal y de las familias que me han dado la oportunidad de orientar, la problemática reside fundamentalmente en la incapacidad de los padres a reconocer viejos patrones y el niño es un confrontador nato, es decir, comienza pisando tu dedo pequeño del pie y si no haces caso puede terminar dando tremendos pisotones, para que hagas conciencia y modifiques aquello que no te permite avanzar. Me dirás ¡Ahora resulta que mi hijo es así por mi culpa! No, aquí no hay culpables, simplemente es un Trato Divino.
Más allá de nuestra memoria conciente. Una especie de asociación evolutiva en donde ambas partes, el padre y el hijo, o la madre y el hijo (normalmente la madre comienza primero y el padre toma la decisión después de aunarse a ellos o evadirse), acuerdan y a través de sus procesos, se dan el enorme regalo de cambiar, ser mejores y encontrar los renovados valores que nos requiere el cambio.La humanidad está desfasada.
Existe una enorme evolución tecnológica y un atraso en sensibilidad, valores y amor a la naturaleza. Ha olvidado asuntos verdaderamente importantes para la subsistencia, distraída por la inercia de la cotidianidad y la vida en competencia.
Tu hijo viene precisamente a pedirte que hagas un alto en el camino, y a que recuerdes cual es tu misión.Parece difícil. Los adultos en general, no queremos cambiar nuestra visión del mundo. Claro, nos da miedo. Por supuesto, desde niños nos ha dado miedo lo desconocido.
La posibilidad de responder diferente a los estímulos nos quita la “estabilidad” que nos tomó décadas obtener.Pero observa tu entorno, tu familia, tu comunidad, tu ciudad. ¿Qué hay ahí?Hemos creado un mundo deshumanizado, materialista y depredador. Y ojo, en un desbalance tal que puede desmoronarse en unas cuantas décadas.¡Bienvenidos los Índigo!
Ábrete al conocimiento. Lee, investiga y lo más importante, platica con tu hijo. Pregunta qué necesita, qué le gustaría que se modificara de su relación, escucha y… ¡pide su guía!. Ouch, eso duele.Pero es ahí donde encontrarás las más sabias respuestas a tus dudas.
Toma su mano y juntos recorran el camino a seguir. Y entonces las escuelas, los maestros y el entorno en su totalidad será superable.No te afectes si una escuela no responde a las necesidades de tu hijo. Busca otra. Los Índigo también confrontan a sus profesores, pero esa es otra historia. Recorre hasta llegar al sitio donde se encuentre feliz.
Este es un camino que no admite detenerse, que en amor y comunión con tu hijo, te dará las más grandes satisfacciones. Eso te lo garantizo.
Ánimo!!!!
Por Gabriela Luna